jueves, 15 de octubre de 2015

A propósito de Cataluña y mi “deformación profesional"

 Buenos dias
Un nuevo articulo del General de Infanteria de Marina Juan Chicharro me obliga a, de nuevo, colgarlo de este vuestro blog. 
Creo que lo que escribe dicho general debe ser tenido en cuenta, tanto por la calidad del personaje como por las verdades que en el expresa y que sin duda son de vital importancia
Los españoles creen, en su mayoría, que los militares actuales no piensan, que están al servicio del poder político y que con decir " a sus ordenes" al poder político de turno tienen bastante.
Consideran estos españoles que los militares no tienen interés por España o su futuro, que no ven el berenjenal en el que estamos metidos hasta las trancas, que no ven el peligro que se cierne sobre la unidad nacional y que aun viéndola, estan lejos de tener opinión propia.
Pues bien este magnifico articulo colgado en el diario digital República del general Juan Chicharro dice lo contrario.
                                           General de Infantería de Marina Juan Chicharro




A propósito de Cataluña y mi “deformación profesional”


billete Jordi Pujol
No puedo evitarlo. Cada vez que observo la situación en Cataluña el subconsciente me retrotrae años atrás a los profundos estudios que en la vieja Escuela de Estado Mayor realizábamos sobre lo que la doctrina clásica denominaba “casos particulares de la batalla”. En este caso, y a propósito de Cataluña, me viene a la memoria el análisis que en su día llevamos a cabo sobre la guerra que unos años antes había habido en Argelia en su lucha de emancipación de Francia. Toda comparación suele ser odiosa, y en este caso aún más, toda vez que, al fin y al cabo, y pese al “Algerie francaise” que pronunció De Gaulle, Argelia no dejaba de ser una colonia francesa en el norte de África, mientras que Cataluña no es que sea parte de España sino que es España. En cualquier caso, y salvando las acciones terroristas que hubo en aquella guerra, del estudio de cómo se han desarrollado y se desarrollan las acciones políticas en Cataluña, podemos extraer muchas similitudes de lo que podríamos denominar acciones subversivas. ¿Acaso pueden tener otro nombre?
Entendemos la subversión como un conjunto armónico de acciones diversas, mediante las que una fracción más o menos reducida en principio, y entre la indiferencia inicial de la mayoría de la población, pretende perturbar la estructura política y social de un país para derrumbarla y sustituirla por otra. En este caso la secesión de Cataluña de la patria de la que secularmente forma parte, España. En cualquier guerra subversiva la premisa fundamental para el triunfo de la subversión es la necesidad de contar con el apoyo del pueblo al que es necesario abducir mediante ideas-fuerza. Así nos encontramos con falacias como que Cataluña es una nación sometida, que España nos roba,… etc. Falacias que, sabiamente difundidas a través de medios controlados y sobre todo mediante la educación escolar, acabarán por instalarse en el corazón de una población ajena al principio a estos sentimientos pero en la que acaba calando.
Las técnicas que cualquier movimiento subversivo lleva a cabo en la sociedad que quiere subvertir incluyen no sólo las de captación de masas mediante campañas psicológicas, sino también las de intimidación, las de desmoralización y, llegado el caso, incluso, como sucedió en el pasado, en el País Vasco, la de la eliminación física de autoridades o elementos irreductibles.
Un análisis profundo de todo cuanto ha sucedido en Cataluña en los últimos años me lleva a la conclusión de que todas las acciones antes mencionadas han sido metódicamente aplicadas y seguidas en lo que los independentistas llaman “el proceso soberanista”.
A ver, no hace falta ser un lince para constatar que nos encontramos ante un proceso subversivo en toda su magnitud. Y lo primero que hay que hacer para evitar su triunfo -en este caso la secesión- es reconocerlo para, a partir de ahí, llevar a cabo todas las acciones que sean necesarias para abortarlo.
En la ya citada Escuela de Estado Mayor teníamos un brillante profesor que, ante el estudio de cualquier campaña, nos obligaba a analizarla desde la aplicación en mayor o menor medida de los principios clásicos de la guerra. Sabemos que no por aplicarlos se ganan las guerras pero sí que se pierden si uno no se atiene generalmente a ellos.
Voy ahora a analizar desde esa perspectiva cómo veo lo que está pasando en Cataluña dando por hecho que nos enfrentamos, simplemente, a un fenómeno subversivo.
El principio fundamental a tener en cuenta es el de la voluntad de vencer, entendiéndolo como el firme propósito de imponerse al adversario en cualquier situación. Implica fe en el triunfo, tenacidad para alcanzarlo y actividad insuperable en la ejecución. Supone, por supuesto, una acendrada identificación con los valores patrios.
¿Podemos decir que quienes lideran el movimiento secesionista cumplen los requisitos que este principio preconiza? Por desgracia me temo que sí, si excluimos a los que seguramente se camuflan en él para eludir la acción de la justicia por razones de corrupción manifiesta.
Y, ¿qué decir de quienes tienen la responsabilidad de la defensa del Estado, es decir del Gobierno actual? No seré yo quien le niegue patriotismo, si bien su actitud confusa y tibia me lleva a pensar que atienden muchas veces más a fines de partido que a su responsabilidad. Es triste, por otra parte, que no parezca que tengan mucha fe en el triunfo toda vez que no son pocas las ocasiones en las que dan por hecho la posibilidad de la independencia. Y la dejadez de funciones, ante el incumplimiento de sentencias del Supremo y del Constitucional o de la misma Constitución de las que hacen gala el Sr. Mas y sus compinches, no parece demostrar en absoluto esa insuperable actividad en la ejecución. Si alguien lo duda le invito a leer el artículo 4 del Título Preliminar de la Constitución y lo que establece respecto al uso de la bandera nacional y las autonómicas. “La bajada de pantalones” del Gobierno es inadmisible.
Veamos otro principio. En este caso el relacionado con la libertad de acción y la iniciativa. Poco más tengo, por desgracia, que desarrollar de lo que está pasando, pues resulta tan obvio que el Gobierno va a remolque permanente de lo que le dictan los secesionistas, que incluso hasta lo reconoce al manifestar que irá respondiendo gradualmente a las medidas que vaya implantando la Generalitat. ¡Tiene castañas!, el Gobierno a remolque del Gobierno autónomo catalán.
Por desgracia el Estado español ha perdido la iniciativa por completo y -lo que es peor- no hace nada por recuperarla. Si se quiere evitar lo peor hay que actuar urgentemente sobre los medios hoy controlados por la Generalitat secesionista y, desde luego, sobre la enseñanza.
O bien, es que no se da cuenta el Gobierno de que esa cacareada mayoría de no independentistas que dice ha habido en las elecciones -yo no me la creo, pues dar por hecho que partidos radicales como Podemos están por la unidad de España es una ilusión- ya no será tal dentro de cuatro años, cuando los abducidos catorceañeros de hoy voten dentro de cuatro años y, no digamos, dentro de ocho. Se necesita ser muy torpe para no apercibirse de todo esto y no actuar ya. O, ¿es que no son tan torpes pero se han rendido ya?
Sólo he analizado dos principios y no sigo más, pues la conclusión a la que llego es lamentable y desoladora.
Y a todo esto en esta jaula de grillos surge ahora el Sr. Aznar arremetiendo contra la pasividad gubernamental. Bienvenidas sean sus palabras, claro que no le vendría mal recordar que fue él quien por inocencia, ignorancia o interés cedió competencias vitales para la pervivencia del Estado. De todas formas corregir es de sabios y más vale eso que nada.
Definitivamente, me temo que con el viejo profesor antes aludido nuestros dirigentes del PP estarían suspendidos por completo.

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