Este articulo se merece un puesto destacado en cualquier Blog en el que se pretenda hacer una reflexion sobre la actualidad politica nacional
Joaquín Leguina
No es por joder, lo juro, pero pienso que el anuncio de Zapatero asegurando que no se presentará de nuevo a las elecciones no traerá tranquilidad ni a los españoles ni a los socialistas, sino que amplía el frente de batalla en un país que está perplejo contemplando tanto melón abierto.
Puede entenderse el porqué del mutis después de oír tantas voces de barones y baronías pidiéndole que revelara el último secreto de Fátima, pero él lo ha hecho de forma incompleta, porque este anuncio, más que una despedida parece una jotica (“dices que te vas, te vas, y nunca te acabas de marchar de aquí…”), con lo cual ni cesará el bombardeo sobre su persona ni pasará la ola del nominalismo sucesorio, sino que se va a incrementar, poniéndole, además, una fecha: como las bicicletas, será para el verano.
Si realmente Rodríguez Zapatero hubiera querido provocar un giro con los menores costes para su partido, hubiera hecho lo siguiente: dimitir como presidente del Gobierno y que el Comité Federal eligiera una persona para sustituirlo al frente del Ejecutivo y, previo paso por el Congreso, si supera la investidura, presidir el Gobierno hasta 2012, y si no la supera, ir como cabeza de lista a las elecciones anticipadas.
¿Pasaría esa persona la investidura? Pues seguramente sí, pues ni a PNV ni a CiU les interesan unas elecciones anticipadas que auparían –muy probablemente– al PP al Gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento. Sigamos, pues, con las hipótesis. Una vez elegido, ¿qué debería hacer el nuevo presidente? Para empezar, no ser original, sino sensato. Nombrar un Gobierno más reducido que el actual, compuesto por personas social y/o profesionalmente prestigiosas para que hagan los deberes que ya están firmados con Bruselas. ¿Y luego? El nuevo presidente debería intentar salvar los muebles en las elecciones generales.
Se ganen o, lo que es más probable, se pierdan las elecciones, el PSOE no puede seguir adelante sin que su congreso ordinario reflexione –y muy a fondo– sobre esta etapa decenal (2002-2012) durante la cual el partido apostó por las apariencias, olvidando las sustancias. Prefirió las ocurrencias a las ideas y se metió de hoz y coz en jardines peligrosísimos para el Estado, acostándose en todas las camas en amor y compañía de sus más declarados enemigos (enemigos del Estado, claro), como son los nacionalismos de toda laya, cuyo único proyecto inteligible es meter a los españoles en un proceso tan brillante como el que destruyó Yugoslavia. De esta guisa se inició la ronda autonómica, cuyo ejemplo más preclaro es el Estatuto de Cataluña (un Saturno que se ha comido uno tras otro a cada uno de sus hijos).
El PSOE, en efecto, tiene que hacérselo mirar, pues durante el decenio zapaterista no sólo han sido los nacionalistas quienes se han metido en su cama dejándola perdida (la cama) y hasta preñado (el socialismo). También vinieron a desfogarse en nuestros lechos gentes defensoras de utopías parciales. Me refiero, claro está, a los (y las) radicales del ecologismo y del feminismo. A los primeros se deben decisiones tan sabias como la de apostar por las desaladoras contra los trasvases. De la misma raíz son las ideas que sirvieron para atacar hasta el tuétano las cuencas hidrográficas. Por no hablar del proyecto antinuclear. Por su parte, el radicalismo feminista ha conseguido avances históricos tales como la paridad (olvidando el mérito y la capacidad constitucionales), penas diferentes para varones y mujeres (en contra de la igualdad ante la ley) y ahora pretende un “más difícil todavía”: ante algunas denuncias, la prueba la tendrá que aportar el denunciado (una original manera de resucitar la Inquisición). No se trata de negar el pan y la sal a los ecologistas ni a las feministas, pero un partido de gobierno no puede convertirse en la correa de transmisión de ideologías tan parciales como radicales.
Ninguno de los partidos políticos que conozco aprueba la importante asignatura titulada Selección de personal, tampoco el PSOE de González y Guerra la aprobaba, pero en este punto los mecanismos de selección impuestos al partido y a la sociedad por Zapatero baten todos los récords. Nadie se ha pasado por debajo del arco de triunfo con más soltura que él los principios constitucionales de “mérito y capacidad” y no podía ser de otra manera sabiendo lo que piensa: “Cualquier militante puede aspirar a un cargo orgánico o institucional”, “creo que hay muchos millones de españoles capacitados para ser presidente del Gobierno”. En fin, nombrar para la cartera de Defensa a una mujer embarazada –simplemente porque el efecto mediático estaba asegurado– no ha sido su apuesta más loca. Han abundado los nombramientos chuscos –ministeriales o no–, con los cuales quizá se quería demostrar que bastaba con la bendición papal para entrar en el reino de los cielos.
Y claro, una empresa que selecciona su personal mediante estos métodos perversos acaba siempre en la ruina. Y en eso andamos.
*Joaquín Leguina es estadístico, escritor y ex presidente de la Comunidad de Madrid.
No es por joder, lo juro, pero pienso que el anuncio de Zapatero asegurando que no se presentará de nuevo a las elecciones no traerá tranquilidad ni a los españoles ni a los socialistas, sino que amplía el frente de batalla en un país que está perplejo contemplando tanto melón abierto.
Puede entenderse el porqué del mutis después de oír tantas voces de barones y baronías pidiéndole que revelara el último secreto de Fátima, pero él lo ha hecho de forma incompleta, porque este anuncio, más que una despedida parece una jotica (“dices que te vas, te vas, y nunca te acabas de marchar de aquí…”), con lo cual ni cesará el bombardeo sobre su persona ni pasará la ola del nominalismo sucesorio, sino que se va a incrementar, poniéndole, además, una fecha: como las bicicletas, será para el verano.
Si realmente Rodríguez Zapatero hubiera querido provocar un giro con los menores costes para su partido, hubiera hecho lo siguiente: dimitir como presidente del Gobierno y que el Comité Federal eligiera una persona para sustituirlo al frente del Ejecutivo y, previo paso por el Congreso, si supera la investidura, presidir el Gobierno hasta 2012, y si no la supera, ir como cabeza de lista a las elecciones anticipadas.
¿Pasaría esa persona la investidura? Pues seguramente sí, pues ni a PNV ni a CiU les interesan unas elecciones anticipadas que auparían –muy probablemente– al PP al Gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento. Sigamos, pues, con las hipótesis. Una vez elegido, ¿qué debería hacer el nuevo presidente? Para empezar, no ser original, sino sensato. Nombrar un Gobierno más reducido que el actual, compuesto por personas social y/o profesionalmente prestigiosas para que hagan los deberes que ya están firmados con Bruselas. ¿Y luego? El nuevo presidente debería intentar salvar los muebles en las elecciones generales.
Se ganen o, lo que es más probable, se pierdan las elecciones, el PSOE no puede seguir adelante sin que su congreso ordinario reflexione –y muy a fondo– sobre esta etapa decenal (2002-2012) durante la cual el partido apostó por las apariencias, olvidando las sustancias. Prefirió las ocurrencias a las ideas y se metió de hoz y coz en jardines peligrosísimos para el Estado, acostándose en todas las camas en amor y compañía de sus más declarados enemigos (enemigos del Estado, claro), como son los nacionalismos de toda laya, cuyo único proyecto inteligible es meter a los españoles en un proceso tan brillante como el que destruyó Yugoslavia. De esta guisa se inició la ronda autonómica, cuyo ejemplo más preclaro es el Estatuto de Cataluña (un Saturno que se ha comido uno tras otro a cada uno de sus hijos).
El PSOE, en efecto, tiene que hacérselo mirar, pues durante el decenio zapaterista no sólo han sido los nacionalistas quienes se han metido en su cama dejándola perdida (la cama) y hasta preñado (el socialismo). También vinieron a desfogarse en nuestros lechos gentes defensoras de utopías parciales. Me refiero, claro está, a los (y las) radicales del ecologismo y del feminismo. A los primeros se deben decisiones tan sabias como la de apostar por las desaladoras contra los trasvases. De la misma raíz son las ideas que sirvieron para atacar hasta el tuétano las cuencas hidrográficas. Por no hablar del proyecto antinuclear. Por su parte, el radicalismo feminista ha conseguido avances históricos tales como la paridad (olvidando el mérito y la capacidad constitucionales), penas diferentes para varones y mujeres (en contra de la igualdad ante la ley) y ahora pretende un “más difícil todavía”: ante algunas denuncias, la prueba la tendrá que aportar el denunciado (una original manera de resucitar la Inquisición). No se trata de negar el pan y la sal a los ecologistas ni a las feministas, pero un partido de gobierno no puede convertirse en la correa de transmisión de ideologías tan parciales como radicales.
Ninguno de los partidos políticos que conozco aprueba la importante asignatura titulada Selección de personal, tampoco el PSOE de González y Guerra la aprobaba, pero en este punto los mecanismos de selección impuestos al partido y a la sociedad por Zapatero baten todos los récords. Nadie se ha pasado por debajo del arco de triunfo con más soltura que él los principios constitucionales de “mérito y capacidad” y no podía ser de otra manera sabiendo lo que piensa: “Cualquier militante puede aspirar a un cargo orgánico o institucional”, “creo que hay muchos millones de españoles capacitados para ser presidente del Gobierno”. En fin, nombrar para la cartera de Defensa a una mujer embarazada –simplemente porque el efecto mediático estaba asegurado– no ha sido su apuesta más loca. Han abundado los nombramientos chuscos –ministeriales o no–, con los cuales quizá se quería demostrar que bastaba con la bendición papal para entrar en el reino de los cielos.
Y claro, una empresa que selecciona su personal mediante estos métodos perversos acaba siempre en la ruina. Y en eso andamos.
*Joaquín Leguina es estadístico, escritor y ex presidente de la Comunidad de Madrid.
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ResponderEliminarMuy sensato sr Leguina,su articulo es muy sensato pero hay un tremendo problema.Nuestro sistema propicia la corrupcion y el españolito de a pie solo es requerido cada cuatro años a meter una papeleta y despues si te he visto no me acuerdo.Hay que cambiar todo el sistema y empezar desde una consulta popular de verdad y mandar al paro a todos los mangantes que tenemos en la España actual.Esto es lo que hay,salvo que no se quiera ver.
ResponderEliminarTienes razón
ResponderEliminarLo que falla es el sistema, la Constitucion lleva en su seno el virus de la enfermedad que matara la Constitución, matara España y nos matara a todos.
El sistema de votación, la ley electoral, las autonomías y el tribunal constitucional son fuente de problemas y no de soluciones
Y pongo estos tres así, a bote pronto, los tres primeros que se me ocurren
Saludos