Buenos dias
He leído en ABC un largo articulo de Javier Ruperez, Embajador del Reino de España que me ha parecido de máximo interés y que reproduzco para que Vds puedan calibrarlo.
Rajoy y su partido no han calibrado que la autentica crisis, la que esta matando España NO es la económica sino la institucional, la política, que la crisis económica jamas se podrá solucionar si no se soluciona al mismo tiempo la política, base de todos los desastres que padecemos.
Y que para solucionarla Rajoy tiene que tomar las riendas de la democracia, tiene que darse cuenta de que tiene mayoría absoluta, que los españoles le han confiado su futuro de forma abrumadora para que ponga en marcha las medidas adecuadas para solucionar este estado de cosas que poco a poco ha destruido España.
Es la ultima oportunidad que tenemos , o lo hace el PP o no lo hara nadie, el Psoe no es un partido Nacional , es un partido federal que pretende dividir España para mejor manejarla, que no tiene un sentido Nacional y que es el apoyo necesario de secesionistas y antiespañoles, es un partido que NO busca el bienestar de la sociedad y la estabilidad nacional, sino la trasformación del estado y la sociedad según sus anticuados principios marxistas, el Psoe pretende la ruptura Nacional, busca la federación de territorios ,base de la posterior separación de Regiones que ancestralmente son parte de España, en definitiva el Psoe es y ha sido desde su fundación la ruina de España.
Si el PP sigue el mismo camino y a la vista esta que así parece el resultado sera nefasto para los españoles, el día 20 de Noviembre de 2011 los españoles confiaron mayoritariamente en la regeneración económica y política que proponía el PP, si defrauda las expectativas los españoles se van a encontrar sin cauces democráticos en los que expresar sus anhelos políticos, sociales y personales y eso seria el final del sistema.
'Ningún español con dos dedos de frente ha dudado nunca sobre los últimos deseos de las minorías nacionalistas,
fundamentalmente vascas y catalanas, que con más ruido que número
pueblan nuestro panorama social y político: no quieren otra cosa que no
sea la independencia. Es decir, la ruptura de la unidad nacional
española, la secesión de sus respectivos territorios y la negación
radical de la noción de España recogida en la Constitución de 1978: la
«patria común e indivisible de todos los españoles». Ahora que la
insidia toma también características verbales y pretende marear la
perdiz con el viscoso término del «soberanismo», conviene saber a lo que
realmente nos atenemos, para no confundirnos inútilmente sobre el
propósito terminal del empeño. Los independentistas, sean cuales sean
sus métodos, y en ello coinciden «pacíficos» y «violentos», quieren la
independencia, la secesión, la ruptura territorial, política y
constitucional. Lo del «soberanismo» es otra manera de evitar llamar a
las cosas por su nombre y de paso confundir al personal. Aunque en esta
hora veinticinco de las verdades del barquero pocos son los que todavía
de buena fe puedan llamarse a engaño.
Esto de acabar con la existencia de un país que con toda razón histórica puede alardear de al menos quinientos años de vivencia común no es tarea fácil y los nacionalistas, cuya existencia, se pongan como se pongan, no alcanza en el mejor de los casos a una pequeña fracción de ese prolongado tiempo, y ello haciendo gracia de las volteretas y manipulaciones narrativas a las que han tenido que proceder para intentar justificar sus pretensiones, han debido practicar el arriscado arte del lanzador de honda que pretendía llegar a la luna con alguno de sus cantazos: nunca lo consiguió pero en el camino se convirtió en el mejor hondero de la comarca. En el imaginario nacionalista siempre hay una parábola rústica a mano. Y así, entre fingimientos varios, han ido consiguiendo pasar de matute lo que no estaba en la intención de la inmensa mayoría de los españoles: que la Constitución fuera solo un manto temporal, algo así como un breve cubre vergüenzas, para ocultar la táctica de pasos hacia otros horizontes; que en consecuencia los principios constitucionales no merecieran otra cosa que no fueran insinceras e interesadas adhesiones circunstanciales; que al final del proceso, alegando malos tratos y ofensas solo existentes en el relicario nacionalista —siempre excelso en el manejo del victimismo— hubiera que conformarse con la inevitable realidad de la desaparición de España.
La terquedad mostrada por los nacionalistas en la consecución de sus propósitos no ha tenido paradójicamente respuesta paralela en el denostado nacionalismo españolista y carpetovetónico que desmintiendo a sus críticos ha mostrado grados de paciencia, mansedumbre y flexibilidad tan dignos de loa como lejanos de los perfiles belicosos que con tanto entusiasmo como falta de verdad le atribuyen sus detractores. Por lo menos en este reciente vericueto de nuestra singladura, el que comenzó en 1978, nadie podrá acusar a los que se confiesan constitucionalistas de no haber intentado por todos los medios, incluso algunos que bordeaban por fuera el mismo territorio constitucional, el que los más renuentes pudieran tener a la nación española, sino como madre amantísima, al menos como refugio de calamidades y hogar en el que convivir pacíficamente las noches de invierno. Esfuerzo en gran parte inútil, como acontecimientos recientes ponen de manifiesto. El considerado como nacionalismo «moderado» de la coalición catalana Convergencia y Unión ha confesado ya sin ambages ni tapujos su independentismo en el último congreso de la componente mayoritaria del grupo, sin que la minoritaria haya proclamado convicciones diferentes y sin que el gobierno de la Generalidad de Cataluña, presidido por un distinguido convergente, haya hecho otra cosa que confirmar lo que ahora se conoce por la «deriva» secesionista en la que tanta relevancia cobra el clan Pujol. Basta con leer las respuestas que el Arturo Mas dedicó a la valiente y fundamentada intervención de Alicia Sánchez Camacho en la correspondiente sesión parlamentaria para comprobar hasta dónde han llegado las cosas. Y no muy diferente resulta la situación en el País Vasco, donde se expande la especie que la desaparición de la violencia de ETA —ya que no de ella misma— habrá de favorecer una masivo movimiento que en las elecciones regionales de 2013 llevaría a la presidencia del Gobierno vasco, con el apoyo de todos los nacionalismos y sus matices, a un personaje del que no se conoce otro «curriculum vitae» que no sea el de su historial delictivo y que responde al nombre de Arnaldo Otegi. En ambos casos, con alcances diferentes pero idénticas tácticas, se anuncian ya provocaciones para conducir a situaciones de hecho que, desde referendos ilegales hasta desobediencias cívicas, pudieran desembocar en una grave situación de colapso público, parálisis institucional y desmantelamientos de las estructuras básicas de funcionamiento de la España contemporánea. No hace falta añadir que tales planteamientos se hacen coincidir con una grave situación de fragilidad económica y social en nuestro país, con unos poderes públicos desbordados ante la urgencia de las demandas sociales y seguramente con poco margen de acción o de aguante para hacer frente a retos esencialistas.
Difícilmente se podrá recuperar en horas veinticuatro lo perdido en años por bondad o por desidia y seguramente más de una generación será necesaria para recuperar el sentido noble, libre, generoso y participativo de la nación española tal como lo entiende la Constitución del 78. Que el momento es grave lo revelan nerviosismos varios, unos relacionados con incidencias electorales —¿se imaginan al País Vasco presidido por una nacionalista radical procedente de ETA, como ya ocurre en San Sebastián y en Guipúzcoa?— y otros con ciertas medidas de excepción. Por ejemplo, la reclamación de que la Unión Europea se comprometa a no reconocer escisiones de los países que forman parte de ella. Reclamación esta tan bien intencionada como ingenua: la Constitución europea concede a los ordenamientos internos de los estados miembros plena capacidad para su organización y poco cabe esperar de una organización tan proclive a admitir en su seno estados divididos —Chipre— como a alentar en el exterior rupturas de la integridad territorial de otros estados —Kosovo y Montenegro—. Sin olvidar el poco entusiasmo con que sus más caracterizados miembros —Francia e Inglaterra—mostraron en su momento por la reunificación alemana. Lo que sea de España será cosa a decidir por los españoles, sin esperar que otros vengan a sacarnos del fuego las castañas que nosotros mismos dejamos allí consumir.
Claro que cabe recurrir sin timideces a la ley, para cuyo vigor la Constitución sigue contando con el beneplácito de la inmensa mayoría de los españoles. Como también habrá que recurrir sin engaños ni rebozos a la profesión de fe en la España constitucional, no como «tótem» para oponer a los de otros nacionalismos sino como manifestación racional y adecuada para el respeto a la libertad y el fomento de la prosperidad de todos los que vivimos en el solar patrio. Como también, con la máxima celeridad posible, será necesario recobrar los instrumentos que la Constitución pone al alcance de los representantes de la nación española para inculcar su vigencia en las nuevas generaciones: una educación transversal, que apunte tanto la unidad como la diversidad; un conocimiento adecuado de la lengua común y de las específicas de las comunidades que las tengan; una sentido unitario del propósito y de la existencia de una realidad denominada España.
Como bien escribiera James Madison en el número 10 de los «Papeles del Federalista», mucho cabe esperar de la unión y poco o nada de la desunión. Apenas a tiempo estamos de tomar las medidas oportunas, antes de que los que el americano llamaba «fraccionalistas» desguacen lo mejor de nuestra historia. No tenemos otra.
He leído en ABC un largo articulo de Javier Ruperez, Embajador del Reino de España que me ha parecido de máximo interés y que reproduzco para que Vds puedan calibrarlo.
Rajoy y su partido no han calibrado que la autentica crisis, la que esta matando España NO es la económica sino la institucional, la política, que la crisis económica jamas se podrá solucionar si no se soluciona al mismo tiempo la política, base de todos los desastres que padecemos.
Y que para solucionarla Rajoy tiene que tomar las riendas de la democracia, tiene que darse cuenta de que tiene mayoría absoluta, que los españoles le han confiado su futuro de forma abrumadora para que ponga en marcha las medidas adecuadas para solucionar este estado de cosas que poco a poco ha destruido España.
Es la ultima oportunidad que tenemos , o lo hace el PP o no lo hara nadie, el Psoe no es un partido Nacional , es un partido federal que pretende dividir España para mejor manejarla, que no tiene un sentido Nacional y que es el apoyo necesario de secesionistas y antiespañoles, es un partido que NO busca el bienestar de la sociedad y la estabilidad nacional, sino la trasformación del estado y la sociedad según sus anticuados principios marxistas, el Psoe pretende la ruptura Nacional, busca la federación de territorios ,base de la posterior separación de Regiones que ancestralmente son parte de España, en definitiva el Psoe es y ha sido desde su fundación la ruina de España.
Si el PP sigue el mismo camino y a la vista esta que así parece el resultado sera nefasto para los españoles, el día 20 de Noviembre de 2011 los españoles confiaron mayoritariamente en la regeneración económica y política que proponía el PP, si defrauda las expectativas los españoles se van a encontrar sin cauces democráticos en los que expresar sus anhelos políticos, sociales y personales y eso seria el final del sistema.
Javier Ruperez, Embajador del Reino de España
'El desguace de la Nación Española':
Esto de acabar con la existencia de un país que con toda razón histórica puede alardear de al menos quinientos años de vivencia común no es tarea fácil y los nacionalistas, cuya existencia, se pongan como se pongan, no alcanza en el mejor de los casos a una pequeña fracción de ese prolongado tiempo, y ello haciendo gracia de las volteretas y manipulaciones narrativas a las que han tenido que proceder para intentar justificar sus pretensiones, han debido practicar el arriscado arte del lanzador de honda que pretendía llegar a la luna con alguno de sus cantazos: nunca lo consiguió pero en el camino se convirtió en el mejor hondero de la comarca. En el imaginario nacionalista siempre hay una parábola rústica a mano. Y así, entre fingimientos varios, han ido consiguiendo pasar de matute lo que no estaba en la intención de la inmensa mayoría de los españoles: que la Constitución fuera solo un manto temporal, algo así como un breve cubre vergüenzas, para ocultar la táctica de pasos hacia otros horizontes; que en consecuencia los principios constitucionales no merecieran otra cosa que no fueran insinceras e interesadas adhesiones circunstanciales; que al final del proceso, alegando malos tratos y ofensas solo existentes en el relicario nacionalista —siempre excelso en el manejo del victimismo— hubiera que conformarse con la inevitable realidad de la desaparición de España.
La terquedad mostrada por los nacionalistas en la consecución de sus propósitos no ha tenido paradójicamente respuesta paralela en el denostado nacionalismo españolista y carpetovetónico que desmintiendo a sus críticos ha mostrado grados de paciencia, mansedumbre y flexibilidad tan dignos de loa como lejanos de los perfiles belicosos que con tanto entusiasmo como falta de verdad le atribuyen sus detractores. Por lo menos en este reciente vericueto de nuestra singladura, el que comenzó en 1978, nadie podrá acusar a los que se confiesan constitucionalistas de no haber intentado por todos los medios, incluso algunos que bordeaban por fuera el mismo territorio constitucional, el que los más renuentes pudieran tener a la nación española, sino como madre amantísima, al menos como refugio de calamidades y hogar en el que convivir pacíficamente las noches de invierno. Esfuerzo en gran parte inútil, como acontecimientos recientes ponen de manifiesto. El considerado como nacionalismo «moderado» de la coalición catalana Convergencia y Unión ha confesado ya sin ambages ni tapujos su independentismo en el último congreso de la componente mayoritaria del grupo, sin que la minoritaria haya proclamado convicciones diferentes y sin que el gobierno de la Generalidad de Cataluña, presidido por un distinguido convergente, haya hecho otra cosa que confirmar lo que ahora se conoce por la «deriva» secesionista en la que tanta relevancia cobra el clan Pujol. Basta con leer las respuestas que el Arturo Mas dedicó a la valiente y fundamentada intervención de Alicia Sánchez Camacho en la correspondiente sesión parlamentaria para comprobar hasta dónde han llegado las cosas. Y no muy diferente resulta la situación en el País Vasco, donde se expande la especie que la desaparición de la violencia de ETA —ya que no de ella misma— habrá de favorecer una masivo movimiento que en las elecciones regionales de 2013 llevaría a la presidencia del Gobierno vasco, con el apoyo de todos los nacionalismos y sus matices, a un personaje del que no se conoce otro «curriculum vitae» que no sea el de su historial delictivo y que responde al nombre de Arnaldo Otegi. En ambos casos, con alcances diferentes pero idénticas tácticas, se anuncian ya provocaciones para conducir a situaciones de hecho que, desde referendos ilegales hasta desobediencias cívicas, pudieran desembocar en una grave situación de colapso público, parálisis institucional y desmantelamientos de las estructuras básicas de funcionamiento de la España contemporánea. No hace falta añadir que tales planteamientos se hacen coincidir con una grave situación de fragilidad económica y social en nuestro país, con unos poderes públicos desbordados ante la urgencia de las demandas sociales y seguramente con poco margen de acción o de aguante para hacer frente a retos esencialistas.
Difícilmente se podrá recuperar en horas veinticuatro lo perdido en años por bondad o por desidia y seguramente más de una generación será necesaria para recuperar el sentido noble, libre, generoso y participativo de la nación española tal como lo entiende la Constitución del 78. Que el momento es grave lo revelan nerviosismos varios, unos relacionados con incidencias electorales —¿se imaginan al País Vasco presidido por una nacionalista radical procedente de ETA, como ya ocurre en San Sebastián y en Guipúzcoa?— y otros con ciertas medidas de excepción. Por ejemplo, la reclamación de que la Unión Europea se comprometa a no reconocer escisiones de los países que forman parte de ella. Reclamación esta tan bien intencionada como ingenua: la Constitución europea concede a los ordenamientos internos de los estados miembros plena capacidad para su organización y poco cabe esperar de una organización tan proclive a admitir en su seno estados divididos —Chipre— como a alentar en el exterior rupturas de la integridad territorial de otros estados —Kosovo y Montenegro—. Sin olvidar el poco entusiasmo con que sus más caracterizados miembros —Francia e Inglaterra—mostraron en su momento por la reunificación alemana. Lo que sea de España será cosa a decidir por los españoles, sin esperar que otros vengan a sacarnos del fuego las castañas que nosotros mismos dejamos allí consumir.
Claro que cabe recurrir sin timideces a la ley, para cuyo vigor la Constitución sigue contando con el beneplácito de la inmensa mayoría de los españoles. Como también habrá que recurrir sin engaños ni rebozos a la profesión de fe en la España constitucional, no como «tótem» para oponer a los de otros nacionalismos sino como manifestación racional y adecuada para el respeto a la libertad y el fomento de la prosperidad de todos los que vivimos en el solar patrio. Como también, con la máxima celeridad posible, será necesario recobrar los instrumentos que la Constitución pone al alcance de los representantes de la nación española para inculcar su vigencia en las nuevas generaciones: una educación transversal, que apunte tanto la unidad como la diversidad; un conocimiento adecuado de la lengua común y de las específicas de las comunidades que las tengan; una sentido unitario del propósito y de la existencia de una realidad denominada España.
Como bien escribiera James Madison en el número 10 de los «Papeles del Federalista», mucho cabe esperar de la unión y poco o nada de la desunión. Apenas a tiempo estamos de tomar las medidas oportunas, antes de que los que el americano llamaba «fraccionalistas» desguacen lo mejor de nuestra historia. No tenemos otra.
Pero es que, ni siquiera una España federal lograría sobrevivir en el supuesto, nada disparatado, de que eso se produjese. De verdad, no se en qué están pensando todos esos mandamases autonómicos ¿A caso aspiran a ser reyezuelos de minifundios arruinados en pleno siglo XXI..?
ResponderEliminarAunque la respuesta quizá sea: Sí. A ellos no les afectaría.
Una España federal es lo peor, seria la antesala de la destrucción de la Patria.
EliminarLas regiones, reinos o naciones se federan para ser un todo que tenga mas fuerza, en España seria al contrario, romper para construir lo cual es simplemente la mayor majadería política que vieran los tiempos.
los españoles parece que no quieren enterarse de lo que sucede, les pasa lo mismo que les paso con ZP que se negaban a saber la verdad, al final están pagando con sangre lo que podían haber solucionado con tesón, esfuerzo y sudor.
Si no se plantan frente a los tramposos políticos que tienen y los obligan a cambiar de rumbo irán derechos a las piedras y hundirán la nave
Tengo la sensacion-a juzgar por lo que hablo y escucho que,los españoles en general QUEREMOS adelgazar sustancialmente los GASTOS innecesarios del estado.Racionalmente,sin sectarismos ni ideologias trasnochadas,controlando a los pescadores del "rio revuelto" siempre dispuestos a sacar tajada del enfrentamiento.
ResponderEliminarUna pregunta me ronda desde hace un tiempo:¿No es posible retirar la nacionalidad a quien no quiere ser ciudadano español?-No tiene sentido que quien no quiere vivir dentro de mi hogar-pero NO se va,no solo habla mal de mi y me roba siempre que puede ademas,me quiere expulsar de MI PROPIA CASA-y encima QUEDARSE CON ELLA...Tengo la sensacion que somos unos pardillos.
Los españoles votaron a Rajoy pensando que este sujeto haría lo necesario para sacarnos de las crisis, pensaron que nos sacaría de la crisis política y que esto ayudaría a sacarnos de la crisis económica y no va a ser así, Rajoy no pretende ni toserle a las autonomías como ayer dejo claro, antes de reorganizar España nos saca del Euro, antes nos estruja como a un limón, antes se carga la Seguridad social y lo que haga falta, ¿Que pactos e intereses tienen entre si los políticos españoles?.
ResponderEliminarOtra cuestión, actualmente no se puede dejar a nadie sin Nación, sin Patria, a no ser que haya una Guerra gorda con millones de desplazamientos ,en Europa por ley no puede haber apátridas, lo que si puede haber son Autonomías que sean intervenidas y obligadas a cumplir la ley a rajatabla Autonomías que dejen de recibir ayudas mientras sus dirigentes apuesten por destruir la Nación, en realidad la cosa es sencilla:
Hay leyes mas que suficientes para reconducir la situación de desmadre de las Autonomías, sean estas cuales sean, Vasca, Catalana, Andaluza, Levantina o Castellana, basta con aplicar la ley y asunto resuelto.
El Psoe y el PP están a pachas en estas cosas y no tocaran el estado autonómico bajo ningún concepto
Ayer volví a oír la monserga que largaba el infame Suarez hace 30 años, El estado de derecho y la Constitución que nos hemos dado los españoles...y con eso pretendía que nada cambiara, que nada se tocara y que los chanchullos políticos que amparan este desastre llamado España autonómica siga su curso como si nada pasara.
De la misma manera que ahora empezamos a pagar los destrozos que causaron en España el 11 M y ZP también pagaremos este desbarajuste autonómico , este desastre que no quiere arreglar Rajoy .
Porque en este mundo todo,TODO se paga
Y los desastres que hacen los inútiles políticos españoles por partida doble .
Cierto, bien clarito lo dejó el sr. presidente de la -todavía- nación española. A las autonomías, no tocarlas. Y por si aún hubiese dudas, el de Justicia lo remata hoy. Vamos que, ni un pelo se les va a tocar. Pues nada, adelante, que entre lo que parecía que sería "el cambio" y no lo es, y entre los inquisidores que se frotan las manos gozando en su papel de oposición, menudo bocadillo están haciendo de nosotros, los de a pie, los paganinis de las inutilidades y desmadres políticos.
ResponderEliminarNi el rastro va a quedar de la sufridita clase media, que en definitiva, es la que da de comer y buen vivir a esta panda de pollos sin cabezas corriendo tras el poder para después mangonearnos a su antojo, o para no saber qué hacer con tal poder.
Reconducir la situación del actual desmadre haciendo cumplir las leyes vigentes. Nada más, y nada menos. Pero no quedó ya claro que en España el cumplimiento o no cumplimiento de las leyes viene determinado si conviene a no a los políticos? Es evidente que el montaje de las autonomías conviene, y de qué manera, a los políticos. Poco importan ahí, como en otros casos, esa ristra de leyes que lucen en nuestro estado de derecho como magníficos jarrones decorativos. Y poco más.
Los desastres que hacen los inútiles políticos españoles se pagan por partida doble, es verdad, lo lamentable es que SUS desastres lo pagan nosotros; esos inútiles políticos No pagan, sino que encima les pagamos sus desastres y a ellos mismos, y muy generosamente, por cierto.
Ésto, en mi pueblo es lo que se resume diciendo que además de puta, hay que pagar la cama.
Saludos.
Desde luego no va a ser el PP el que regenere España, Rajoy a dejado claro que las autonomias son fundamentales para la democracia española y que por tanto no se tocan
EliminarDa igual si empobrecen España o destruyen su unidad, no se tocan y se termino
De seguir asi las cosas nos vamos a encontrar con que millones de Españoles no tenemos a quien votar porque la socialdemocracia del PP no va conmigo.
Esta gente no va a tocar ni las leyes electorales
Por lo visto querían mayoría absoluta para engañarnos absolutamente
A todo esto añadir, que los inquisidores, además de frotarse las manos como oposición; en donde todavía manejan -por obra y gracia del pueblo soberano andaluz-,actúan como tales inquisidores sin pérdida de tiempo, no como otros, pues YA han examinado, determinado y prohibido la emisión de EsRadio por aquellos lares.
ResponderEliminarEso sí, se sigue con canal sur,y canal sur radio, y canal fiesta y musssho flamenco... "ke no farte de ná".
La izquierda no se arredra ni se anda con los remilgos con los que se anda la socialdemocracia del PP, si alguien molesta le arrean un sopapo y listo
EliminarPues, lo llevamos claro ( de una claridad meridianamente tenebrosa, que dijo aquel) si no es el PP el que regenere tanta Degeneración acumulada en estos últimos años, ya me dirás amigo Geppetto qué podemos aspirar, o en dónde podemos poner nuestras esperanzas de sanar de tanta decadencia. Es que tendremos que olvidarnos de tal propósito, de tener esperanza para ello, me refiero.
ResponderEliminarLo llevamos claro, sí.
Aspirar lo que se dice aspirar ...aspiramos a todo como siempre, los españoles somos gente decidida y con caracter, tenemos el don natural de la generosidad, un solo hombre decente vale por dos docenas de ingrata chusma, de manera que venceremos.
EliminarY sino, como no lo sabemos pelearemos como el mejor
...Qué bueno.
ResponderEliminarVale, me quedo con eso.
Un Saludo.
Si el que no se contenta es porque no quiere , que se dice
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