martes, 16 de octubre de 2012

Estudio de la situacion del ejercito español

 

Buenos días
Hacía mucho tiempo, años diría yo que no leía un memorándum tan claro compacto y digno de atención como este, es excepcional en su forma y en su fondo, es la recopilación de lo que ha sucedido en los ejércitos desde la llamada transición hasta nuestros días, el recuerdo doloroso de la paulatina destrucción de las fuerzas armadas a manos de los políticos llamados democráticos, de cómo gente sin escrúpulos a destruido la columna vertebral de la Nación, de cómo los políticos para petados en grandes palabras y magníficos principios han destruido los de la milicia, base esencial de la unidad nacional que ahora y tras esa destrucción se pone en tela de juicio.
La destrucción de las esencias que conforman el espíritu que ha dado continuidad a España a través de los siglos tenía su más prístina forma en la milicia española que con su fuerza y vigor ha sabido defender a España de sus enemigos a través de los siglos eran fundamentales para el posterior desarrollo de lo fraguado en la transición y que en estos momentos llega a su fase culminante, la destrucción de España, la implosión de la Nación en beneficio de las regiones convertidas por los políticos en Naciones independientes al margen de la historia y el ser nacional.
De como algunos generales del ejercito han traicionado su juramento y han arrastrado a la milicia  con su politica destructiva y antinacional.
les dejo este párrafo  a modo de preambulo

La partitocracia ha encontrado un método infalible para destruir dos virtudes esenciales en los Ejércitos: la disciplina y el compañerismo. Basta adoptar un régimen de ascensos discrecionales, a partir del empleo de Capitán. Ya se ha hecho: los resultados no se harán esperar. Si además se introduce una formación de Oficiales en la que se mezclan los métodos de nuestras Universidades con la formación específicamente militar, a menos que nuestros futuros Oficiales hagan un milagro, la suerte de las Fuerzas Armadas está echada: ser víctimas de la partitocracia que está destruyendo España.

Lean despacio la historia de la destrucción Nacional a través de la destrucción de sus ejércitos y reflexionen sobre el sentido último de este memorandum

 

Colectivo Alborán: “La partitocracia ha encontrado un método infalible para destruir la disciplina y el compañerismo, dos virtudes esenciales en los Ejércitos”

Legionarios desfilando por las calles de Madrid el pasado 12 de octubre.
Legionarios desfilando por las calles de Madrid el pasado 12 de octubre.
Colectivo Alborán.- Eso que llamamos Estado en su concepción actual reposa en Instituciones que como la Magistratura y las Fuerzas Armadas vienen a constituir su propio esqueleto jurídico y social, sin cuya existencia y adecuado funcionamiento puede decirse que no hay tal Estado o, por lo menos, que no tiene la capacidad necesaria para cumplir sus funciones esenciales (seguridad, libertad y justicia) que son las que definen su existencia.
No es un secreto que el origen del Estado es proporcionar seguridad a los ciudadanos y que para lograrlo cuenta en principio con un instrumento esencial: las Fuerzas Armadas, completadas para las cuestiones de orden público por las Fuerzas de Seguridad. Aquellas son, por lo tanto un elemento esencial del Estado y, en cumplimiento de su función, que no es otra que combatir ante una agresión exterior, necesitan un cierto grado de autonomía interna.Curiosamente, a partir de alguna de nuestras numerosas Constituciones decimonónicas se ha venido añadiendo a la misión de defensa exterior para la que nacieron y que es su única carta de identidad, una función digamos secundaria, consistente en encomendarles la garantía de la permanencia de cada uno de los regímenes políticos que han aparecido en España, que han sido demasiados.
Las Fuerzas Armadas españolas, especialmente el Ejército y la Armada han sostenido muchos conflictos con el exterior durante los siglos XIX y XX, pero raramente han defendido ningún sistema político cuya pervivencia les había sido encomendado; mas bien han eludido esa función. Ni en 1814 defendieron la Constitución de Cádiz, ni evitaron la caída o sustitución de tantas otras a lo largo del XIX; por el contrario, a veces contribuyeron a su desaparición como en 1834,1837, 1868 y 1874.Así, ya en el siglo XX, en 1923 apoyaron la Dictadura que acabó con la Constitución de 1876, en 1931 no defendieron la Monarquía; sí lo hicieron con la II República en 1934 ante la revolución socialista de Asturias y, finalmente, se alzaron contra el Frente Popular en 1936. Si a partir de 1975, las Fuerzas Armadas hubiesen defendido las Leyes Fundamentales como era su obligación constitucional, contenida en la Fundamental Ley Orgánica del Estado, aprobada por referéndum por el pueblo español, la llamada “transición” no hubiera sido lo que fue. No lo hicieron, y no es del caso preguntarse por qué fue así.
En cambio, siempre que ha habido un conflicto exterior o estaba en juego el interés de España, sus Ejércitos y su Armada han defendido esta Nación con resultados desiguales, pero nunca faltaron a su deber de combatir. Así lo prueba su actuación ante la emancipación de Hispanoamérica, la guerra del Pacífico, la de Marruecos en 1860 y las intervenciones en Méjico, República Dominicana y Cochinchina, la guerra con los EE.UU. en 1898, y las subsiguientes campañas de África hasta 1925.Continuación de ellas pueden considerarse la intervención de la División Azul en la URSS durante la II Guerra Mundial y, más recientemente, las campañas en los Balcanes, Irak, Afganistán, Líbano y Libia. Todas obedecen a la misma exigencia de servicio y defensa de España, contribución a sus alianzas y, en definitiva, sus intereses, aunque quieran disfrazarse de “misiones humanitarias”; también lo han sido, pero siempre en un plano de actuación militar, sostenida por la fuerza y por el combate en caso necesario. No es óbice para ello que en toda guerra pueda y deba darse algún tipo de negociación o actuación humanitaria.
En el transcurso de los dos últimos siglos y hasta hoy, los hombres de las Fuerzas Armadas españolas han sabido adaptarse a las circunstancias, cuya variación ha sido muy rápida desde 1989. No puede decirse lo mismo de quienes han ocupado, o mas bien copado, los puestos fundamentales para la gobernación y buena marcha de los Ejércitos que, por ignorancia o por evidente y demostrada mala fe, debido a su antimilitarismo rampante o disimulado, han dado lugar a la actual situación acerca de la cual una alta autoridad política ha dicho muy recientemente que “los militares tiene muchos motivos para quejarse”. Y tanto.En 1975 las Fuerzas Armadas abandonaron precipitadamente el Sahara español, según la decisión absolutamente infundada de unos gobernantes acuciados por un miedo que no tenía el menor fundamento pues aquella entonces provincia, estaba bien defendida por las Fuerzas Armadas.
A pesar de la humillación sufrida, los Ejércitos continuaron adaptándose en su organización y métodos a la evolución de la situación estratégica general, que sufrió un cambio radical al derrumbarse el telón de acero en 1989. En el Ejército de Tierra se sucedieron las reformas a base de los planes META y NORTE que solo conllevaron enormes reducciones de Unidades y efectivos; simultáneamente sus componentes fueron objetivo favorito del terrorismo etarra hasta tal punto que casi dos tercios del total de víctimas eran miembros de las Ejércitos–guardia civil incluida—o policías. Esta circunstancia se ha olvidado, al parecer, al igual que la insidiosa actuación antimilitar de gran parte de la prensa en aquellos años.
Simultáneamente, el nefasto Gutiérrez Mellado con su rencor inexplicable, su soberbia, su ignorancia de los sentimientos de sus subordinados, y sus contínuos desaciertos, agravaba notablemente la situación. Ante los continuos asesinatos terroristas de sus compañeros solo se le ocurrió decir en una inolvidable Orden General que “ETA estaba dando sus últimos coletazos”. Su primer sucesor civil al frente del Ministerio de Defensa, el inepto Rodríguez Sahagún, aumentó aún más la crispación militar. Alguien debió pensar, –una vez despachado Suárez, que había colmado la indignación de los altos mandos militares al legalizar el PCE, mediante un engaño en el que estúpidamente cayeron aquellos– que había llegado el momento de montar una ridícula conspiración cortesana que las propias Fuerzas Armadas en su conjunto hicieron fracasar. Una vez más la llamada cúpula militar no estuvo a la altura de las circunstancias, pues en lugar de subrayar que la lealtad del Ejército a sus mandos de aquella hora, había sido la única causa del fracaso, hicieron todo lo contrario, cubriéndose de ceniza y casi pidiendo perdón por lo que había sido su defensa de un régimen, que las consideraba poco de fiar.
A partir de aquella actitud y, pasado el susto, la decisión de acabar con el poco poder que quedaba a las Fuerzas Armadas fue manifiesta “en todo el arco parlamentario”. Había triunfado una “partitocracia”, cuyo influjo iba a infectar hasta hoy todo el cuerpo social.Cuando, como lógica consecuencia del 23 de febrero, llegó al poder Felipe González, quien astutamente acudió en uno de sus primeros actos oficiales a una misa de campaña en la entonces División Acorazada “Brunete”, habían sido tomadas dos decisiones: desalojar a los militares de la cúpula del Ministerio de Defensa, depurar a los mandos más profesionales y ajenos a los partidos y dirigir el interés de los restantes hacia nuestra entrada en la OTAN.
Simultáneamente una increíble Ley de Objección de Conciencia iba a hacer imposible el cumplimiento del artículo 30 de la Constitución que imponía el Servicio Militar Obligatorio. Íbamos hacia unas Fuerzas Armadas con escasos soldados, cada vez más débiles, y sometidas a los intereses políticos del partido en el poder.El primer agente de esta transformación fue Narciso Serra, ayudado por un puñado de profesionales, situados especialmente en los Servicios de información o en la cumbre del Ministerio de Defensa, ya con sus palancas principales en manos de políticos de nuevo cuño. Se ninguneó a los Estados Mayores mientras que el Ministerio de Defensa se poblaba en sus altas esferas de políticos ignorantes e incompetentes en la materia; a la vez se negaba a los profesionales militares derechos como el de asociación reconocidos por la Constitución a todos los españoles e incluso se intentó expulsarles de sus domicilios; simultáneamente, los ascensos y destinos se hicieron cada vez más permeables al sectarismo político, aunque hace poco tiempo Narciso Serra, ahora al frente de una Caja de Ahorros catalana quebrada, haya tenido la desfachatez de negarlo.
En tanto, proseguían las reorganizaciones militares con medios y efectivos cada vez menores. En estos menesteres los informes y deseos de los Estados Mayores cada vez tenían menos peso; el poder estaba ya en otras manos.La situación empeoró notablemente con Federico Trillo quien continuó “civilizando” el Ministerio y sometió a las Fuerzas Armadas, singularmente a la Armada, a todo tipo de fechorías. Hoy es considerado unánimemente por los profesionales militares como el peor Ministro sufrido desde 1978.
El señor Aznar, Presidente del Gobierno, que había eludido el servicio militar mediante una añagaza nupcial, decidió, parece ser que a petición del separatismo catalán, suprimir el Servicio Militar Obligatorio, ya hecho imposible por la Ley de Objección de Conciencia.
Que figure en el artículo 30 de la Constitución la obligatoriedad del tal Servicio no fue óbice para que Trillo anunciase triunfalmente en el Telediario de TVE de las 3 de la tarde que “se acabó la puta mili”, frase definitiva para un Ministro de Defensa. Tal medidas viola claramente la Constitución pero nadie puso sobre la mesa tal violación, ni nadie calculó los efectos que sobre la Defensa tendría tal medida; entre ellos dejar a España con escasos soldados y sin reservas movilizables. La defensa de la Nación se haría por los mercenarios que se pudiesen reclutar y pagar.La vieja y equivocada tesis del CESEDEN: “La defensa es cuestión de todos” se había transformado en que la Defensa no es cuestión de nadie; a nadie interesa y menos que a nadie a los partidos políticos quienes en sus ofertas electorales omiten sistemáticamente toda alusión a esta cuestión, tan nimia para ellos.Algo había que hacer con los disminuidos Ejércitos y pronto se encontró la solución. Aparecieron en el horizonte dos cuestiones muy bien planteadas. Ahora España iba a ser el paladín de las “misiones de paz” e íbamos a entrar en la OTAN, a pesar del socialista “OTAN, de entrada NO”.
Precisamente, en un momento en que poco faltaba para que la OTAN tuviese que revisar a fondo su estrategia, cuando se quedo sin el enemigo soviético. En realidad, la Alianza no cubría ni cubre la parte de nuestro territorio más amenazada; ahora las amenazas, en el lenguaje tecnocrático de los responsables de la Defensa, se han transformado en “riesgos”, es decir, en algo accidental e imprevisible. La ilusión de recuperar, como contrapartida a nuestra entrada en la OTAN, la soberanía sobre Gibraltar, ni se la plantearon nuestros políticos. Entramos en la Alianza tras un surealista referéndum, pero no en su organización militar que es como hacer una tortilla sin huevos.
Mientras las “misiones de paz” lo eran en Hispanoamérica o en otros teatros más lejanos, todo marchaba bien y los militares ya tenían en qué pensar; lo malo fue cuando aquella misiones recuperaron su carácter militar en la guerra de los Balcanes. Allí se combatía y había bajas, parte de ellas producidas por unos materiales obsoletos, como los viejísimos BMR, o helicópteros, adquiridos por decisiones políticas o económicas de Ministros como Eduardo Serra; fue el caso de los Cougar. A todo se sobreponían nuestros soldados y cuadros de mando cuyas virtudes son inagotables; el sistemático y extendido antimilitarismo se replegó; ahora había que cambiar de táctica y los Ejércitos eran la mejor y más barata ONG de que disponía España. Era verdad, pero se olvidaba que la misión de un Ejército y sus indudables virtudes en el caso de España lo son para combatir por una causa justa. Así se vio en el episodio de la isla de Perejil, ocupada tras expulsar a los marroquíes, “con fuerte viento de Levante “, como anunció triunfalmente Trillo. Peor fortuna tuvo el envío a “una zona hortofrutícola”, situada en el derrotado Irak, de Unidades de pacificación, que, según se nos dijo, iban a hacer posibles buenos negocios de nuestras empresas en las tareas de reconstrucción; para ello se llegó a nombrar un Comisario. La ilusión se acabó y el esfuerzo realizado fue estéril cuando, de forma vergonzosa, fueron retiradas nuestras Unidades por Zapatero, con la consiguiente pérdida de prestigio de España. Era un indicio de lo que iba a suceder en los años inmediatos en las Fuerzas Armadas.Años antes, seguramente para crear la “cultura de defensa” de que tanto hablaban en el Ministerio de Defensa, Aznar, por sí y ante sí, sin consulta alguna, decidió liquidar, como si se tratase de una ferretería, el glorioso legado cultural y patriótico que era el Museo del Ejército de Madrid para, a la vez, romper la estética del Alcázar de Toledo, desperdigar sus colecciones, destruir el Museo del Asedio y hacer que la señora Chacón lograse convertir lo que había sido el mejor Museo militar del mundo en un monumento a la “memoria histórica”. Sin la colaboración, entusiástica en aquel caso, de determinados Generales y la indiferencia de la mayoría, tal expolio no habría sido posible.Estamos ya en plena actualidad. La capacidad combativa de los Ejércitos está seriamente condicionada por la permanente escasez de recursos, cada vez más acentuada. Los materiales ya no soportan su inadecuación a las misiones de combate en Afganistán y su sustitución por vehículos y medios de defensa adecuados tiene un ritmo lentísimo y cada día más difícil, lo que causa un tremendo esfuerzo y aumento del riesgo de nuestros admirables mandos y soldadosLa práctica supresión de la Sanidad Militar, de sus avezados médicos y de la red hospitalaria militar,–otra obra de Trillo–, crea serías dificultades que se unen a una logística muy difícil, dada la escasez, cuando no la falta de elementos de combate y apoyo.
Por otra parte, los relevos de mandos y tropa son cada día más difíciles de forma que hay Oficiales y Jefes que repiten una y otra vez su servicio en aquel territorio donde, evidentemente, las posibilidades de victoria se han esfumado por una pésima dirección política de la que, por esta vez, España no es responsable.
La política de “desmilitarización” de las Fuerzas Armadas para aproximarlas cada vez más a una especie de institución benéfica desnacionalizada, ha sufrido durante el gobierno de Zapatero un gran impulso, gracias a Ministros como Bono, Alonso y Chacón. Uno de los hitos más notables de este esfuerzo fue la creación de la llamada Unidad Militar de Emergencia (UME), dotada con profusión de medios que precisaban las Unidades de Zapadores; se han aumentado los emolumentos de sus componentes, instruidos en misiones de bomberos. La Unidad es un Cuerpo Especial, separado del resto de los Ejércitos, con dependencias no siempre militares lo que no deja de crear problemas. Si un pésimo político cree que los bomberos deben ser militares, que los militarice; pero que no haga bomberos a soldados cuya función es otra.
De este modo, se restan medios y mandos a las Unidades militares, cuya misión esencial es el combate, sin mengua de la atención y ayuda que siempre han prestado en caso de necesidad a la población civil.
Se nos dice, como consuelo o justificación, que la opinión pública sitúa a las Fuerzas Armadas como la institución más valorada, cosa cierta pero que tiene una explicación. Los españoles ven en ellas la casi única institución de la Nación en la que no se roba ni se dilapida el dinero de los contribuyentes y que soporta con disciplina y grandes sacrificios los disparates de los políticos; su carencia de patriotismo y, en definitiva, sus dislates y falta de respeto a los ciudadanos a los que siempre mienten.
Las Fuerzas Armadas son hoy la única institución inmune a la mentira y a la corrupción generalizada. Son disciplinadas y leales a la Nación, mientras mantienen en sí unas virtudes como el amor a España, el respeto a sus símbolos y a quienes por ella se sacrificaron hasta morir, junto con el orgullo ser español, hoy muy difíciles de encontrar en España.
La partitocracia ha encontrado un método infalible para destruir dos virtudes esenciales en los Ejércitos: la disciplina y el compañerismo. Basta adoptar un régimen de ascensos discrecionales, a partir del empleo de Capitán. Ya se ha hecho: los resultados no se harán esperar. Si además se introduce una formación de Oficiales en la que se mezclan los métodos de nuestras Universidades con la formación específicamente militar, a menos que nuestros futuros Oficiales hagan un milagro, la suerte de las Fuerzas Armadas está echada: ser víctimas de la partitocracia que está destruyendo España. Pertenezco al Arma de Artillería que fue disuelta tres veces por oponerse a los ascensos discrecionales. Sé lo que digo.
*El ‘Colectivo Alborán’ lo forma un grupo de altos mandos del Ejército español, retirados y en activo, que cuentan con una cualificada experiencia militar y una notable preparación académica. A todos ellos les une un denominador común: el amor a España y la preocupación ante los acontecimientos que vive nuestra nación.

4 comentarios:

  1. Es evidente que todo esto forma parte de un plan bien diseñado y orquestado. Y es que menudo Jefe tienen las Fuerzas Armadas. Viendo el fútbol está hoy al lado de Wert.
    Saluditos.

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  2. Los españoles se dejan engañar vez tras vez
    Por eso en vez de ir con las corrientes politicas que predominan en el mundo occidental estamos volviendo al siglo XIX.
    Y nuestro ejercito tambien

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  3. El Ejército, como el resto de las Instituciones, ha salido mal parados de estos años políticamente correctos y los ciudadanos no han reaccionado, ni siquiera el funcionariado que conoce de primera mano cómo funciona el Sistema. Siento repetirme pero soy muy pesimista y creo que en Espña no reaccionará nadie hasta que la situación alcance extremos insostenibles.

    Del 34 al 36 fueron dos años de crímenes y violencia hasta que la cosa estalló ¿Qué hara falta ahora?

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  4. Pues supongo que el desafio de los nacionalistas terminara de mala manera
    Los politicos intentaran que los españoles traguen con la secesion y al final se terminara liando.
    Estamos en manos de mala gente que ademas es inutil hasta decir basta

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