Buenos días
Un lúcido y claro
análisis de la situación española que merece que todos los lectores de este
Blog lo tengan en cuenta.
Con rápidos
brochazos el analista de La gaceta deja bien a la vista lo que tenemos hoy en día
y en consecuencia, lo que nos deparara el futuro.
La culpa la tiene Rajoy
España,
después de los cuatro años de Rajoy, es una casa con las cuentas relativamente
saneadas, pero con todo lo demás hecho pedazos, e incluso hay quien ha puesto
un burdel en el cuarto de los niños.
Lunes, 11. Enero 2016 - 7:53
Ser presidente de Gobierno no consiste en
limitarse a ajustar las cuentas de la casa mientras las goteras perforan los
tejados, las ratas infestan los sótanos, los cimientos se desmenuzan por la
humedad, el fuego devora el garaje y los ladrones saquean la despensa. Ser
presidente del Gobierno obliga a atender a la casa en su conjunto, mejorarla y,
terminado el plazo, entregarla al siguiente en las condiciones más óptimas
posibles. Exactamente lo contrario de lo que
ha hecho Rajoy.
España, después de los cuatro años de
Rajoy, es una casa con las cuentas relativamente (sólo relativamente) saneadas,
pero con el tejado, los cimientos, los sótanos, la despensa y el garaje hechos
pedazos, e incluso hay quien ha puesto un burdel en el cuarto de los niños.
Tenemos una región –Cataluña-, en abierta rebelión separatista. Otras dos –País
Vasco y Navarra-, que caminan hacia lo mismo. Aun otra –Baleares-, en perpetua
ceremonia antiespañola y continua agresión de los derechos ciudadanos. Las tres
principales ciudades del país –Madrid, Barcelona y Valencia-, gobernadas por
coaliciones de extrema izquierda con claro protagonismo de grupos antisistema.
La comunicación audiovisual, literalmente entregada a grupos oligopolísticos
que han dado altavoz a ideas disolventes y nihilistas que antes eran
extraparlamentarias. La cohesión social, desgarrada en lo económico por el
desmantelamiento de las clases medias y en lo político por la ley de memoria
histórica. La moral pública, desmenuzada a conciencia por una legislación de
origen socialista que el PP no sólo no ha rectificado, sino que ha avalado con
entusiasmo. Todo esto lo deja tras de sí un
hombre que hace cuatro años tenía mayoría absolutísima en las Cortes y
prácticamente todo el poder territorial en su mano. Es, simplemente, un
desastre.
Lo más prodigioso es que, incluso con esta
evidencia ante los ojos, el contable de la
ruinosa mansión, ayer palacio y hoy muladar, insiste en permanecer al frente
del negocio.
No sólo eso, sino que pretende mantener bajo su pie a un partido al que ha
reducido a su mínima expresión vaciándolo de contenido ideológico y poniéndolo
bajo el control de una cúpula sin más principios que la conservación del poder
(para lo cual, por cierto, tampoco sirve, como claramente ha demostrado). Rajoy
no sólo ha agravado la pésima situación nacional que dejó Zapatero, sino que ha
desactivado a su propio partido. Una vez más, un desastre.
Va a ser muy difícil salir de aquí. Sobre
todo porque, mirando alrededor, la alternativa se dibuja entre el nihilismo
pasivo de Rajoy y el nihilismo activo de una coalición radical de izquierdas,
es decir, lo malo o lo peor. Pero por algún lado habrá que empezar a cambiar
las cosas, y quizás un buen principio sería el propio PP: ese partido, que
durante años ha sido la casa común de la derecha social española y la primera
fuerza política del país, necesita urgentemente una renovación a fondo. Es
prioritario que el PP recupere su identidad, sus principios, sus ideas. Es
prioritario que el PP expulse a una cúpula que ha conducido al partido al
desastre y a la derecha social al desamparo.
Es prioritario que Rajoy se
marche. Antes de que la casa, España, se desplome sobre nuestras cabezas.
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